A los 5 minutos fue expulsado Galván. Eso favoreció la tendencia a contraatacar del equipo de Passarella. Y aunque Ramón buscó variantes, no encontró soluciones.
Que los aspectos tácticos no son los primordiales en un partido de fútbol volvió a quedar demostrado ayer en San Lorenzo. De otro modo no podría entenderse como un equipo que queda con un jugador más a los cinco minutos no logra hacerlo notar en el desarrollo del juego. Que importan —entonces— con más influencia la cuestiones psicológicas y las reacciones emocionales, también estuvo a la vista. River, disminuido con la expulsión de Diego Galván —por un codazo a Diego Rivero— enarboló los atributos heroicos de la resistencia. Ante la adversidad, sus jugadores duplicaron sus esfuerzos físicos y de paso quedaron acomodados para emplear el sistema que más le gusta a su entrenador, Daniel Passarella: el contraataque. Y ya sin rubores. Se sabe, para jugar de contra es necesario que el adversario ataque y que abra espacios defensivos. Es un recurso dependiente. Pero alcanza en este tiempo de sequía generalizada cuando los que tienen que atacar no cuentan con armadores pensantes capaces de establecer la pausa imprescindible. Y esto, al cabo, ocurrió con San Lorenzo. Tuvo casi todo el partido la posesión del balón. Y Ramón Díaz buscó variantes en su sistema. Varias. Mejoró el proyecto ofensivo. Y mereció ganar. Dispuso de situaciones. Pero no pudo.
Entonces, se puede hablar de las fallas de los proyectos tácticos y de las distintas respuestas temperamentales. Pero ¿y el juego? ¿y el fútbol, en su esencia? No, de eso no. Sólo habría que rescatar una postal del primer tiempo para comprender cómo se puede armar una competencia tan aburrida, con tantas imprecisiones. Y cómo jugadores de buen manejo (Cristian Ledesma y Gastón Fernández) fallaban en las entregas más simples. En River, para explicarlo mejor, sólo el Burrito Ariel Ortega —discontinuado en los últimos tiempos— era capaz de armar alguna maniobra con cierto criterio futbolero.
No estaba todavía planteado el juego cuando en una acción aislada, en un costado del campo, fueron en busca de la pelota Rivero y Galván. El volante de River levantó su codo y lo impactó en la cara a Rivero. A instancias de Rodolfo Otero, árbitro asistente, Saúl Laverni, el principal, le mostró la roja a Galván. Claro, River fue el perjudicado. Pero quedó favorecida su intención táctica, está dicho. Sin embargo, muy pocas situaciones netas se dieron frente a los arcos. Un error de Gerlo permitió una entrada horizontal de Lavezzi, pero el delantero prefirió rematar desde ángulo cerrado y Carrizo respondió con solvencia. Luego se vio un remate débil de Fernández, a las manos del arquero. Y hubo otras aproximaciones de los locales. Pero no muy serias. Adrián González ya había reemplazado a Voboril y el dibujo táctico se corrigió. Quedó una línea de tres y el ingresado jugó de volante por la derecha. Simples números de distribución. Porque la pelota se mueve. Y según su destino deben acomodarse las líneas.
Se esperaba para el segundo tiempo un ajuste más ofensivo de San Lorenzo. Sin embargo, funcionó mejor el contraataque de River. Y Nasuti desperdició una chance clara tras un tiro libre de Ortega. Y, en otro, el disparo del Burrito, con pique, obligó a Orion a una intervención dificultosa. Ramón hizo otro cambio ofensivo (Roberto Jiménez por Hirsig). Y San Lorenzo tuvo las suyas, claro. Más profundas. Una de ellas, iniciada por Lavezzi, terminó con un remate de Fernández, el rebote, y otro disparo de Ledesma que Carrizo atajó espectacularmente. Y otro disparo de Gastón Fernández rebotó en el travesaño.
Hubo un disparo de Ponzio (entró por Ahumada, lesionado) que desvió Orion. La expulsión de Passarella, a instancias del asistente Otero, harto de sus reclamos. Y un final de presión sobre el arco de Carrizo. Pudo ser de San Lorenzo. Pero no le sobró nada al puntero del Clausura.
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